El coeficiente digital hace referencia al nivel en que las empresas entienden, valoran e integran las tecnologías digitales en sus operaciones, un estudio de la consultora PwC nos acerca a la situación del sector empresarial español en los últimos años y cómo ha evolucionado.
El llamado coeficiente digital constituye una de las preocupaciones más importantes de las empresas en un mundo cada vez más informatizado e interconectado. Los avances permanentes en materia de telecomunicaciones, Inteligencia Artificial e Internet de las Cosas pueden llevar a engaño, ya que la revolución digital está todavía en sus inicios.
En los últimos 50 años, desde que se inventaron la red de conmutación de paquetes y el microprocesador, se han producido cambios masivos, pero es sólo el principio. Por consiguiente, ¿cuáles son los retos del futuro para el mundo empresarial?
El coeficiente digital hace referencia al nivel en que las empresas entienden, valoran e integran las tecnologías digitales en sus operaciones. Hasta hace poco, no se consideraba que este indicador fuera clave para que las compañías diseñasen sus líneas estratégicas.
Es un concepto que tiene su origen en los inicios de este siglo, y que cada vez cobra más importancia. Implementar nuevas tecnologías en el lugar de trabajo se consideraba no hace mucho algo relativamente sencillo y aislado. Sin embargo, en la actualidad el alcance y la escala del cambio impulsado por la tecnología digital ha crecido enormemente, y las empresas han invertido mucho tiempo y dinero para mantenerse al día.
¿Cómo pueden las compañías de negocios modernizarse constantemente y aprender el valor de las inversiones digitales en un mundo que avanza tan rápido?
La respuesta pasa por concentrarse en la experiencia humana, evaluando en todo momento las necesidades de los trabajadores y los clientes. Asimismo, se han de buscar y ofrecer iniciativas digitales que optimicen los servicios, tomando como referencia las interacciones entre empleados y consumidores e invirtiendo en capacitación y cultura. Pero, ¿cómo afecta esto a las empresas españolas?
La firma de consultoría PwC ha sacado a la luz recientemente un informe llamado X Encuesta Mundial sobre el Coeficiente Digital de las Empresas.
En el documento, se revela que las empresas españolas se están poniendo al día en su optimización digital. La mejora con respecto a años anteriores es, en ese sentido, evidente y notoria. Se ha alcanzado un grado de digitalización importante, hasta el punto de que, hoy en día, España se encuentra a la altura de los principales países desarrollados, tanto europeos como mundiales.
Las tendencias que se siguen y por las que las empresas nacionales apuestan fuerte para mejorar sus recursos y obtener beneficios son las llamadas nuevas tecnologías disruptivas. Las más punteras dentro de este campo son el Internet de la Cosas (IoT), la Inteligencia Artificial y la robotización. Todas ellas pretenden con sus iniciativas mejorar la eficacia de los servicios ofertados, la organización interna del trabajo y la productividad de sus actividades.
Conforme los resultados arrojados, el 56% de los directivos encuestados en España valoran como alto o muy alto en el grado de digitalización de sus empresas. La cifra es 11 puntos superior a la revelada por el mismo sondeo realizado dos años antes. Teniendo en cuenta que la media mundial se sitúa en el 52%, España supera a Italia, Francia o Reino Unido, quedando sólo por detrás de EEUU (59%) y Alemania que es con diferencia la que está más lejos, en un 65%
En líneas generales, estos resultados son muy positivos y abren una ventana para la esperanza en un país acostumbrado al pesimismo y a situarse a la cola de numerosos indicadores.
No obstante, hay que tener en cuenta que la encuesta no mide con exactitud el grado de modernización ni adaptabilidad tecnológica, sino que evalúa las sensaciones subjetivas que los implicados tienen sobre sus propias compañías.
Es decir, que una industria acostumbrada a estar a la zaga de sus rivales, valorará mucho más generosamente los pequeños avances que se den este campo que otros más acostumbrados a liderar las transformaciones tecnológicas.
Los países líderes, de esta manera, son más exigentes consigo mismos que los que están en mitad de la tabla. Por tanto, los datos han de tomarse con tanto optimismo como cautela.
De cara a seguir con esta tendencia alcista, las pequeñas y medianas empresas españolas pueden tomar una serie de medidas clave que les ayudarán a mejorar en este campo. En primer lugar, los nuevos emprendedores deben diseñar cuidadosamente la mejor estrategia a su altura.
Las empresas con capacidad para entrar en el juego de la Inteligencia Artificial y el Internet de las Cosas desde el minuto cero de sus operaciones son pocas. La adaptación progresiva a estas áreas es la mejor solución.
No se trata, pues, de dar el salto a las grandes ligas a ciegas, sino de ir poco a poco. Zambullirse en lo digital como si fuera una piscina es una idea ingenua, especialmente si se hace dejando al margen la consideración sobre los negocios que ya están establecidos (y funcionando). En consecuencia, la solución más razonable es comprometerse incondicionalmente con una estrategia clara y definida.
En segundo lugar, el éxito depende de la capacidad de invertir en capacidades digitales relevantes que estén bien alineadas con la estrategia. Para ello lo mejor es hacerlo a escala.
Acertar con las capacidades que se quieren reforzar ayudará a las pymes a mantener el ritmo de trabajo y estar a a la altura de lo que demandan sus clientes, puesto que la digitalización transforma la manera en que investigan y evalúan los productos y servicios. El consumidor digital exigirá, así, una atención específica.
En tercer lugar, si bien las capacidades técnicas, como podrían ser el análisis de big data, la administración de contenido digital y la optimización del motor de búsqueda resultan de todo punto cruciales, una cultura fuerte y adaptable puede contribuir a compensar las carencias en este sentido.
La cultura puede suplir a las habilidades técnicas en determinadas ocasiones, pero el proceso (y esto es importante recordarlo) no siempre puede realizarse a la inversa. Por último, las pymes deben alinear sus estructuras organizativas, mecanismos de financiación e indicadores clave de rendimiento (KPI) con la estrategia digital elegida. Todo lo que no vaya en esta dirección no ayudará a la construcción armónica del proceso, que requiere que todos los remos del barco se muevan en la misma dirección.
En definitiva, estrategia, cultura, organización y capacidades son los cuatro vértices que ayudarán a las pymes a continuar la senda positiva en la que, de acuerdo con la X Encuesta Mundial, se halla el mundo empresarial español. ¿Será suficiente para llegar en los próximos años al nivel de Alemania? El futuro lo dirá.
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